sábado, 25 de agosto de 2007

Devocional (7) 05, de Agosto de 2007

AGOSTO 5, 2007
Perspectivas limitadas
Dios no espera de aquellos que están ocupados en los asuntos del reino que contabilicen los recursos que ven al alcance de las manos, porque saldrán decepcionados todas las veces.

«Banquete en el desierto» - La alimentación de los cuatro mil
Título: Perspectivas limitadas
Texto Bíblico base: Mateo 15:32-38

Es interesante notar que Jesús consideró sabio compartir su carga con los discípulos, aunque sabía bien que ellos nada podían hacer al respecto. Los más pragmáticos entre nosotros dirían que este ejercicio es una pérdida de tiempo, pues de todos modos la intención de Cristo es obrar sin la ayuda de sus discípulos. Debo confesar que durante años también me aferré a ideas similares y que ese modelo de ministerio me llevó a realizar en soledad muchas de las tareas ministeriales. Observamos, no obstante, que Jesús siempre tenía presente el reto de formar a los Doce para la obra del ministerio, aun cuando estuviera inmerso en momentos de intensa inversión en las multitudes que continuamente lo buscaban. En este sentido, entonces, nunca consideró como pérdida de tiempo el involucrar a otros en lo que estaba haciendo, pues cada situación proveía valiosas oportunidades para enseñar los principios del reino.

Para entender el valor de este proceso es importante recordar que, por su carácter experimental, gran parte de la enseñanza de Jesús a los Doce se lograba no tanto en una cátedra, sino más bien al sacar ventaja de la experiencia cotidiana para crecer en la fe y profundizar en las reflexiones sobre el reino. Para un líder, entonces, resulta considerablemente útil que forme el hábito de llevar siempre consigo a algunos de sus colaboradores más cercanos a las actividades que comprenden su ministerio. De este modo podrá aprovechar al máximo la infinidad de situaciones que se presentan en el curso de una tarea para incorporar las más valiosas lecciones sobre el ministerio.

En el texto de hoy la pregunta de Cristo confronta a los discípulos con un problema para el cual no encuentran una solución, una realidad muy común en el ministerio. La respuesta de los discípulos no ha de sorprendernos, porque en muchas ocasiones hemos reaccionado de igual manera: «¿Dónde conseguiríamos nosotros en el desierto tantos panes para saciar a una multitud tan grande?» En esto se ajustaron al hábito que tenemos, como personas, de mirar cada desafío desde una óptica netamente humana. Su conclusión, además, es acertada porque no había en el desierto recursos para saciar la necesidad de semejante muchedumbre de personas. Mas Dios no espera de aquellos que están ocupados en los asuntos del reino que contabilicen los recursos que ven al alcance de las manos, porque saldrán decepcionados todas las veces. ¿Acaso Abraham frente a la esterilidad de Sarah, Moisés en su condición de tartamudo o Jeremías con su juventud no vieron sus barreras particulares como una verdadera limitación para la obra que se les confiaba? ¡Los recursos materiales para emprender un proyecto espiritual siempre son más que escasos!

Jesús entonces les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis? Y ellos respondieron: Siete, y unos pocos pececillos». ¿Cómo hubiera reaccionado usted ante esta pregunta? ¿Acaso no le suena como innecesaria? La respuesta de los discípulos pareciera confirmar el veredicto que ya habían entregado al Mesías, de que no encontraban recursos en ese lugar. No obstante, ya he señalado en esta serie que Jesús nunca hace preguntas innecesarias. Quisiera invitarle a que medite sobre esta pregunta y trate de discernir por qué Jesús se la planteó a los Doce.

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