“¡Señor, no sé por qué me hiciste así! ¿Por qué no tengo dinero y mi esposo no me trata como yo quisiera?” ¿En alguna ocasión has dicho algo semejante? Yo sí, y estos comentarios son evidencia de una condición más profunda del corazón: el descontento.

Si no tenemos mucho cuidado, ésta puede llegar a ser una condición permanente que nos puede detener de cumplir con nuestro llamado. En pocas palabras, el descontento te paraliza.

Veamos lo que dice la Biblia sobre el descontento y el contentamiento. Tener contentamiento, junto con la piedad es gran ganancia en la vida (1 Timoteo 6:6). Recuerda que el deseo de Dios para nuestra vida es para bien. N es su voluntad que vivamos descontentas y frustradas.

El contentamiento no es, usualmente, un estado natural del ser humano. Generalmente pensamos que estaríamos mejor si nuestra situación fuera diferente, ¿verdad? Creo que esta es una de las grandes mentiras que el enemigo ha logrado que toda una generación de mujeres se crea. En nuestros tiempos muchas veces se nos indica que si no ejercemos una carrera, si no contamos con más dinero y bienes materiales, si no tenemos más tiempo, si no tenemos el cuerpo como aquella modelo, entonces es casi imposible sentirse realizada y contenta. A muchas se les ha enseñado esta doctrina del contentamiento desde pequeñas y es difícil cambiar la mentalidad.

En Filipenses 4:11 logramos ver que aun el apóstol Pablo tuvo que aprender a tener contentamiento en “cualquiera que sea mi situación”. Esto me impacta porque sé que el apóstol Pablo llegó a encontrase en situaciones sumamente difíciles y si él pudo aprender a estar contento en medio de ellas, creo que cualquiera, incluyéndome, podrá aprender lo mismo.

Es fácil dejarnos llevar por nuestras emociones negativas que llegan como reacción natural ante una situación difícil incómoda, pero la decisión de estar contenta y tranquila tiene que producirse en nuestra mente y espíritu. Estas emociones negativas pueden llegar a ser un torrente tan fuerte en tu vida que arrasa con todo lo bello que Dios quiere edificar en ti. Si te dejas llevar por ellas, llegan a ser un hábito destructivo.

En Hebreos 13:5 nos dice que nuestras costumbres deben ser sin avaricia, “contentos con lo que tenéis ahora”. ¿Cómo puedo estar contenta con lo que tengo ahora? En seguida vemos el secreto “Porque Él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” Ésta es una excelente razón para no permitir que el descontento controle tu vida, ¿no crees?

¡Dios mismo esta contigo! Él conoce tu necesidad y sabe cuáles son los deseos de tu corazón. Al tomar la decisión de mantener el buen hábito del contentamiento, tenemos la plena confianza de que Dios nos está apoyando.

Quiero mencionar una clase de descontento que menciona la Biblia. La encontramos en Salmos 17:15 y dice así: “Estaré satisfecho cuado despierte a tu semejanza”. Lo único que debe llenarte de descontento, en el buen sentido de la palabra, es e deseo de parecerte más a Jesús. Al ver cuánto nos falta para llegar a la madurez espiritual, nuestro corazón debiera llenarse con el deseo de hacer todo por conocer más y parecernos más a nuestro precioso Salvador. Ya n será tan trascendente el que tenga o no ciertos bienes, el esposo “perfecto”, la ropa más cara, una carrera “exitosa” o el cuerpo de Barbie, cuando he logrado captar mi imagen en el espejo de Su Palabra, y nuestro enfoque cambie de los deseos míos a los deseos suyos.

Nuestra realización como mujer no depende de las personas o las posesiones que nos rodean. Todo viene de Él. Hermana, si te encuentras en la gran trampa del descontento, permite que la Palabra renueve tu mente y corazón. Toma la decisión de cambiar, con la ayuda de Dios, aquellas costumbres y hábitos del descontento. Pongamos mejor nuestros ojos en Él.

Busquemos las cosas de arriba no la de este mundo ya que éstas pasarán (Colosenses 3:12). Es decir, no tienen peso eterno. Pidámosle a Dios que vaya formando cada día su imagen en nosotras, porque allí es donde encontramos el contentamiento, ¡y eso sí que es una gran ganancia!